El Camino hacia Santiago de Compostela es un símbolo de la vida, de ese eterno peregrinar de la consciencia, de experiencia en experiencia, buscando siempre el final del camino, la experiencia final y absoluta de la unidad de todo lo viviente, el Pórtico de la Gloria, en la vieja catedral en Santiago de Compostela.
El Camino se trata ahora de una representación simbólica de las etapas, de los esfuerzos que el alma cubre en su búsqueda de conocimiento, del conocimiento de su propia naturaleza, del conocimiento de su más íntimo Yo, el Yo Universal. Al igual que los Magos de Oriente, que vieron nacer en el cielo una estrella, así el peregrino sigue el trazado de la Vía Láctea, el camino celeste, hacia el occidente, hacia Finisterre, el final de su experiencia terrenal; hasta el Campus Stellae, el lugar donde se posó una estrella a fin de anunciar el lugar donde estaban sepultados los restos del apóstol Santiago, San Yago, San IAO, o San Jacques, el Sabio.